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Diego Leonardi (Mamá) en Revista Semanario
Diego es un hombre nuevo y quiere ayudar, pero aún lo discriminan”
La dramática historia de Diego Leonardi, el participante de Gran Hermano, contada por su madre y en su casa. Pobreza, drogas y cárcel.
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Los presos tienen suprimida su libertad, conviven con personas desconocidas, son vigilados día y noche y saben que si quieren sobrevivir, deben obedecer un reglamento y adaptarse a un medio hostil. Gran Hermano no depende del Servicio Penitenciario pero tiene esta lógica. En “la casa carcelaria” conviven encerrados dieciocho participantes. Vigilados día y noche por cámaras de televisión, ellos acaban de conocerse y saben que la principal regla para llegar al final de la “condena”, es adaptarse. En este juego de similitudes y diferencias con la vida tras las rejas hay un participante que conoce mejor que nadie de qué se trata: Diego Leonardi. El participante de pelo largo confesó ante los televidentes de Telefe que estuvo preso, y no mintió. Pasó nada menos que cinco años en los penales de Mercedes y Florencio Varela. El Servicio Penitenciario Bonaerense nos confirmó que entró en 1999, que quedó libre el 11 de diciembre de 2003 y que fue condenado por robo. De ahí vienen los rumores de una supuesta “historia oscura”. Quien conoce muy bien esa historia es su familia. Al fondo de un pasillo de tierra olvidado en el partido bonaerense de Tres de Febrero, la familia Leonardi nos abrió las puertas. La mamá, Sara Rodríguez, trajo allí al mundo a sus siete hijos. A esta mujer de mirada sincera y cansada, la maternidad la sorprendió con apenas 14 años. Para ubicarnos en el árbol genealógico, la hermana mayor, Marisa acota: “Diego es el del medio”. Como agarrando la punta de un ovillo, esta real “gran hermana” suelta que Diego tuvo “una vida muy difícil.” Una vez terminada la escuela primaria, “Monguso” (como el barrio reconoce a Diego hace años) tuvo que salir a trabajar. Siguió el ejemplo de su papá, quien alimentó tantas bocas a fuerza de tres empleos simultáneos. Para aportar dinero en una casa en la que a veces la cena consistía en un pedazo de pan duro y mate cocido, “el pibe de Gran Hermano” (como le dicen ahora) no pudo hacer la secundaria. Después de una infancia dedicada al papi fútbol en un club barrial, salió a trabajar. A los 17 años conoció a su primer gran amor, se mudó con ella y tuvieron a Cristian -el nene cuya cara está estampada en la remera que Diego usa en la casa de Gran Hermano. “Pero no funcionó”, sigue Marisa. “El siempre había soñado con formar la familia Ingalls pero no estaba preparado... Trabajaba 23 horas por día para pagar las cuotas del auto, porque vos sabés que en ese entonces ya era remisero, ¿no? Compró del primero al último pañal del nene y cargó con todos los gastos de la casa.” Las responsabilidades que depositó sobre su espalda adolescente pesaron demasiado. La escasez de crecimiento económico que Argentina ofrece a las clases humildes lo acercó a las cuerdas y la separación desu primer amor le acertó el golpe de knock out. A los 19 años “el del medio” de los Leonardi cayó en “el lado oscuro”. Empezó a consumir drogas y la familia, desesperada, no supo sacarlo a tiempo. Con los ojos húmedos, Sara recuerda: “En esa época, las palabras que salían de la boca de mi hijo eran: ´yo la manejo´. Pero eso (la droga) no lo maneja nadie. Nosotros somos una familia humilde, de trabajo. Y una familia así, común, no está preparada para ciertas cosas en la vida. Cuando te toca, no sabés cómo desenvolverte. Yo me siento culpable porque no supe qué hacer para ayudarlo...” La hermana mayor, que hasta hace poco pagaba la cuenta de luz vendiendo gaseosas en la avenida General Paz, dispara y da en el blanco: “Hay cosas que le pasaron a Diego de las que todos somos culpables. En los barrios todos saben dónde le venden droga a los chicos y nadie hace nada. Todos miramos para el costado, no nos involucramos. Nuestros chicos no tienen posibilidades y tampoco contención. Para mí la droga es como un virus, no tenemos vacuna para prevenirnos y al que le agarra, le come la cabeza.” Como en las batallas navales que jugaba de chico, la vida a Diego le dijo “tocado” bien temprano y acto seguido, lo hundió. Una causa judicial radicada en el Tribunal Oral N° 2 de Morón devela que Diego salió a robar y que antes se había drogado. Como explica el abogado Carlos Ortelli (h) del Estudio Jurídico Ortelli & Asociados, el Código Penal tiene un sistema escalonado de penas “que arranca con el robo simple (artículo 164) y puede ir ‘agravando la calificación de acuerdo a si hubo o no uso de armas’, si se utilizaron ‘sustancias estimulantes (drogas) y/o depresoras (alcohol) del sistema nervioso central’”, etc. Y a Diego lo abarcaron varios artículos... “Ese día (el que terminó preso) mezcló cerveza con unas pastillas que nunca había probado y pasó lo que pasó...”, reconoce quebrada su mamá mientras aprieta un rosario que Diego armó mientras estuvo preso. “El error de mi hijo fue una puñalada en el corazón pero yo consideré que tenía que pagar lo que había hecho...” Cuando terminaron los cinco largos años de encierro, Diego le dijo a Sara: “Donde yo estuve se aprende cómo volver a caer en esto, y también, cómo no caer nunca más. Es una elección.” Y él eligió. La mujer que le dio la vida dice que Diego volvió a nacer, “con la diferencia de que ya no era un bebé, entonces le costó más... Los años que pasó en el pozo le quitaron hasta la alegría, por eso tuvo que aprender hasta a volver a sonreír...” Con esfuerzo, voluntad y el paso del tiempo, Diego se volvió a enamorar. Tuvo dos hijos, consiguió trabajo y pudo rehacer su vida. “¡¿Pero sabés todo lo que le costó llegar donde está hoy...?! El es de buena madera, es de unos sentimientos buenísimos, por eso arañó la paredes y salió... Pero algunos vecinos todavía hoy lo señalan por lo que hizo. Lo discriminan y eso es muy jodido porque él cambió y la sociedad a veces no perdona...”, dice Marisa sin disimular su bronca. Como a una verdadera “Gran Hermana”, el “del medio” la desvela. “No es justo que ahora estén diciendo que es un ´tumbero´, que tiene un tatuaje carcelario y todo eso. Yo sé que eso es parte del rating de la tele pero él ya pagó. Antes de entrar a Gran Hermano me dijo: ´Tengo miedo que me vuelvan a juzgar, que la sociedad me castigue de nuevo, que me señalen y no me den una oportunidad como a los demás...” Diego eligió estar “preso” en Gran Hermano porque se impuso una misión. “Quiero que la gente me conozca, que vea lo que soy hoy y no lo que fui, no lo que hice. Quiero que se den cuenta que se puede cambiar, que se puede salir adelante...” Los televidentes de esta suerte de cárcel televisada, que lo vigilan día y noche, son ahora sus guardiacárceles. De ellos dependerá que Diego logre la libertad que está buscando
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Ganador !!!!!!!!!!!
“Quienes conocemos su escencia, sabemos que Diego es buena persona. Por eso si Dios lo ayudara a ganar.
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